Lomo Negro se perfila como un puerto imprescindible en el ciclismo.
En el ciclismo hay momentos que trascienden al tiempo en que suceden y lugares que son mucho más que espacios físicos. Y, para los participantes de la distancia larga de Salmor Bike, durante la ascensión por las laderas del cono volcánico de Lomo Negro, muy posiblemente tenga lugar uno de esos momentos.
Para quien lo conoce, Lomo Negro figura ya en una categoría especial del ciclismo. El mito de los puertos ciclistas se construye por su pendiente, aunque no solo por su pendiente. Con su 7% de media, el perfil de Lomo Negro tiene todo lo que se espera de un puerto extraordinario. Pero Lomo Negro no es solo desnivel, ni mucho menos. Lomo Negro es la épica. Por su pendiente y por todo el contexto que lo enmarca.
Sumergido en las curvas que se encadenan para superar la pendiente de la ladera volcánica, el ciclista se aferra a su manillar en una lucha que lo abstrae de cualquier otro interés. Pero ese momento solo es el nudo de la trama ciclista más completa. Porque el prólogo es los cinco kilómetros que preceden a las primeras rampas, y en los que las lavas y el mar se funden en un asombroso paisaje. El pelotón transita por la carretera que penetra en este entorno surrealista como si lo hiciera en un carrusel en el que fluyen ante su mirada las olas del Atlántico, texturas suaves del material de Arenas Blancas y los volúmenes de los restos volcánicos que salpican el litoral.
En el último kilómetro de esta aproximación, el blanco se irá degradando a tono oscuros antes del cruce del Verodal. Desde ese punto y durante 6 kilómetros, probablemente se sienta como aumenta la presión de los puños alrededor del manillar, se cierra el ángulo de inclinación del torso sobre el cuadro de la bicicleta y aumenta la distancia de la cadera sobre el asfalto. Cada curva aleja al ciclista de la costa y lo va acercando a su umbral. Ha entrado en Lomo Negro.
En estos kilómetros el viento aumenta, pero octubre es el mes de Salmor Bike y quizás haya descanso para el pelotón en este mes de bonanzas. El nudo alcanza su cenit en el Mirador de Lomo Negro, y el epílogo se presenta con un inesperado giro de guion cuando el escenario lo invaden formas retorcidas de las icónicas sabinas herreñas que salpican las cunetas de los últimos dos kilómetros.
La historia que se escribe en Lomo Negro suele perdurar en el tiempo, y una vez pedaleado, estos kilómetros pasan a esa categoría de tramos ciclistas tan temidos como deseados. Y con la épica que guarda en sus laderas, era evidente que Salmor Bike lo tenía que incluir en su catálogo de paisajes para formar un recorrido que cualquier ciclista debería completar al menos una vez.